26 de agosto de 2012

Parte Ochenta.

Cerrar la puerta y seguir con la vida que te haz vuelto a construir, huir del cinismo del destino, que se empeña (de nuevo) a hacerte ladrar de dolor al salir la luna. Ahorrarnos las ganas de llorar y llenarnos las manos de éstas letras tan tristes que ya no tienen más que llorar tinta, porque ni una diminuta x a de salir de su punta. Y que va del sentimiento de culpa, de odio, de volver al punto de inicio cuando todo fue nada y nada es todo lo que tienes ahora, porque nada siempre fue todo, y nada nunca ha sido algo. Y que lástima tan tonta y tan grande y tan penosa, y que llena de dolor crónico, y que basta de sentimientos, y que absurda ésta despedida tan fugaz y educativa, y que sonidos tan agudos y que latidos tan fuertes y amargos, y qué desastre mi destino y mi vida, y que lástima. y odio tanto al tiempo, que ha dejado que pasen los días, y que me incitado a acostumbrarme estúpidamente a tener un par de manos que me acaricien siempre, y que burdo pensamiento y que tonta yo, ingenua que siempre quiere pensar que todo está bien, y nada está bien, y no es normal, y me siento mal, me duele la cabeza, el corazón y las manos, y las piernas y el cuerpo, y ya no puedo más y me vienen las lágrimas ahora mismo y paro de escribir, porque el tiempo me ha quitado tiempo y me ha hecho sobrar llanto y las risas desaparecieron después de cerrar la puerta, y no volverán, porque te las haz llevado también. Y el silencio que ahora llena éste espacio me corta el cuello y las ganas de matarlo a puñaladas con grito desesperado por no saber amar.

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